Entre Usted y yo…, la Navidad está sobre valorada.
No se equivoque. Aunque seguramente, tal afirmación pueda
reflejar una carencia total de sentimiento festivo y demás parafernalias, si lo
analiza, todo este tinglado que se monta es totalmente prescindible.
Y no, no soy insensible ni siento repulsa al espíritu
navideño, si no todo lo contrario. Es eso, precisamente, lo único que me gusta
de la Navidad: el espíritu navideño. Y, sinceramente, dígame, dicho espíritu…
¿nos causaría el mismo bienestar si se produjera en cualquier otra época del
año? A mí, desde luego que sí.
Se llama erróneamente a la Navidad, las fiestas de la
hipocresía. Digo erróneamente, porque a mí no me parece que sea hipócrita.
Estoy casi convencido de que, quien felicita la navidad al vecino, lo hace
porque realmente lo desea. Sí, incluso con aquel con quien no habla absolutamente
nada durante el resto del año. ¿Y porqué?...
Ser amable y tener buenas palabras, así como los buenos
deseos que repartimos a todo aquel que se nos cruza, es algo que a todos nos
causa un cierto bienestar interior. Por lo general, somos además bastante más
transigentes y el ambiente que reina en las calles, respira paz y tranquilidad en
una dosis bastante mayor de la habitual. A decir verdad, en otras épocas, dicho
ambiente de paz y tranquilidad resulta casi es inexistente, lo cual, provoca en
nuestra mente cierto bienestar durante la Navidad que no aparece en otras
fechas.
Ese es el espíritu navideño. La actitud con la que
afrontamos la Navidad y lo que en realidad la hace especial. Sin ese espíritu, la
Navidad no sería mejor que las Fallas de Valencia o el San Fermín de Pamplona.
La única diferencia es que la Navidad se celebra en casi todo el mundo y parte
del extranjero, pero no dejaría de ser una fiesta como otra cualquiera.
Y entre Usted y yo, durante las Fallas de Valencia y El San
Fermín de Pamplona, me consta que hay gente que no es feliz, que no disfruta de
esas fiestas y que, en muchos casos, ni siquiera le gustan. Y nadie les dice
que tienen que ser amables por estar en fiestas. En navidad sí. Parece que
estamos obligados a ser amables y solidarios con los demás, y eso sí que me
parece hipócrita por dos motivos. Primero, que sólo tengamos que serlo en
Navidad, y el resto del año… nadie se acuerde de ese espíritu que tanto
bienestar nos proporciona. A nosotros mismos y a quien nos rodea. Y segundo,
porque… cada uno tiene el derecho a tener altibajos sea la época del año en la
que sea, sin tener por ello que sentirse mal por “aguarle” la fiesta a los
demás.
Ese espíritu es lo que de verdad tiene verdadero significado.
Lo demás son adornos… navideños. Y gracias al El Corte Inglés y a unos cuantos
comercios más, que inventaron estas fiestas, una disculpa como otra cualquiera
para gastar dinero sin pensar. Además, sobre todo para aquel que tiene hijos, puede
resultar divertido y enternecedor, decorar la casa con el árbol de navidad y
armar el Belén, pero no dejan de ser simples adornos.
Si fuéramos capaces, de mantener ese espíritu durante al
menos medio año… el mundo sería un lugar mejor.