Entre usted y yo... los humanos tenemos la vida mal organizada.
Cada etapa que atravesamos, tiene establecidas unas ocupaciones para llevar a cabo, con unas directrices que ni siquiera se sabe quien las marcó, y de las que nadie se escapa. Bueno, nadie que lleve una vida de las que consideramos una “vida normal”. Y ahí está el fallo, en lo que consideramos una vida normal, porque… ¿qué es una vida normal?
Cada etapa que atravesamos, tiene establecidas unas ocupaciones para llevar a cabo, con unas directrices que ni siquiera se sabe quien las marcó, y de las que nadie se escapa. Bueno, nadie que lleve una vida de las que consideramos una “vida normal”. Y ahí está el fallo, en lo que consideramos una vida normal, porque… ¿qué es una vida normal?
Las etapas que vamos
superando a medida que vamos creciendo, son tan antiguas como la vida misma, y
las llevamos a cabo con total dedicación. De hecho, ni siquiera nos planteamos
que la vida se pueda organizar de una manera diferente. Supongo que quien
planificó nuestra vida, tal y como la conocemos, fue algún individuo de los
llamados “trabajadores ejemplares”, porque lo planificó todo de tal manera, que
exprimimos nuestro tiempo, primero en estudiar para ser hombres de provecho, y
después en eso, en intentar ser hombres de provecho trabajando humildemente, y
anhelando que llegue el día de nuestra jubilación, a poder ser anticipada… Pero
para lo que entendemos como disfrute, dicho personaje no pensó demasiado, vamos
que no perdió mucho tiempo en ello, ni se produjo una hernia cerebral
estrujándose los sesos para facilitarnos una vida de pleno disfrute.
A saber, cuando somos
niños, nos obligan a estudiar, cuando lo que de verdad queremos hacer, es estar
todo el día jugando. Además, en los ratos libres, no tenemos suficiente
autonomía, ni motriz, ni económica, para
movernos solos. Cuando llegamos a la adolescencia, es aún peor, porque la
alteración de hormonas, nos pone en rebeldía ante cualquier obligación
impuesta. Tenemos autonomía para movernos, pero aún tenemos limitaciones
económicas que nos impiden hacer todo lo que quisiéramos.
Es ahí cuando nos
vemos obligados a iniciar lo más rápido posible nuestra vida laboral, para
conseguir también la independencia económica, pero…. Enseguida nos damos cuenta
de que con ello no conseguimos nuestro objetivo. Las jornadas laborales, son
bastante peor llevaderas que las jornadas escolares, y la mayoría de los días,
la escasez de tiempo, y el agotamiento, nos impiden hacer lo que queremos. Todo esto
se agrava, si además tienes descendencia, ya que se añade otra frustración más,
por perderte muchos momentos que te gustaría vivir con tus hijos, y que no
puedes vivir, únicamente, por estar
viviendo otros momentos con tu jefe, para qué negarlo, bastante más ingratos…
Así que, a medida que
quemamos años de vida laboral, nuestras ganas de jubilarnos aumentan en
proporción geométrica, vamos, a lo bestia, y cuando ésta llega…, entonces
tenemos todo tipo de autonomía, y todo el tiempo del mundo, pero nos damos
cuenta de que ya no estamos ni para un cortao, ni para un pasodoble, y que para
ir de excursión, nos tenemos que resignar al itinerario que nos haya querido
programar el Inserso, si es que pillamos una plaza en el autobús.
Sí, ya sé que en la
vida hay tiempo para todo, pero creo que nuestra vida sería mucho más llevadera
y mucho más placentera, si la organizáramos de esta otra manera:
Nuestra vida laboral,
podría empezar cuando cumpliéramos 65 años. Como tendríamos un sueldo, no
cobraríamos la Jubilación. Dicha jubilación la habríamos cobrado durante
nuestros primeros veinticinco años de vida. Lo emplearíamos en ahorrar todo lo
posible, y emplearíamos nuestro tiempo en dedicarnos a jugar, a divertimos, y a
estudiar un poco, pero tampoco demasiado. Durante esta etapa, nuestros abuelos
nos mantendrían y pagarían los estudios, ya que ellos estarían trabajando. A
los veinticinco podríamos entrar en período de jubilación y vagancia extrema,
podríamos hacer lo que nos viniera en gana, ya que dispondríamos de tiempo y
dinero suficiente para movernos a nuestro antojo al menos durante unos 25 años…
Una vez cumplidos los 50, podríamos casarnos, formar una familia y vivir del
sueldo de nuestros padres, que por fin estarían en edad de trabajar. Cuando
lleguemos a los 65, nos tocará empezar a trabajar para mantener a nuestros
nietos, que se estarían pegando la vida padre, o mejor dicho, la vida abuela.
Los que consigan llegar a los 90 años, que ya es una buena edad para sentirse
realizado, habrán disfrutado de la vida durante 65, y tan sólo habrán trabajado
25, por supuesto a un ritmo tan bajo y lento como su desgastado cuerpo se lo
permita…
Posiblemente, a
muchos, no les importaría morir antes de iniciar su vida laboral, pero
entonces… ¿De qué iban a vivir nuestros hijos y nietos? Por favor, pensemos en
ellos, e intentemos vivir al menos hasta los 120 años… Lo de ser inmortales, lo
dejaremos para los currantes de verdad…