miércoles, 19 de junio de 2013

La Justicia.

Entre Usted y yo… la justicia es injusta.

Ser justo es una virtud. Una virtud humana que, a diferencia de otras virtudes,  está  al alcance de nuestras manos, para que la utilicemos siempre que lo necesitemos. Da igual la condición de cada uno, todos tenemos la posibilidad de obrar con justicia en la medida necesaria.

A nivel personal, y según el baremo que cada uno tenga establecido, en base a los valores morales que le han sido inculcados, en términos generales aplicamos nuestra justicia siempre con el mismo criterio. O al menos lo intentamos. Sin embargo, a nivel institucional, donde hay unas leyes que cumplir, la historia es bastante diferente.

La ley está escrita. Y no sólo está escrita, si no que además se debe cumplir. Podemos discutir si una ley es necesaria, errónea, o que no favorece a todo el mundo, pero mientras esté escrita y aprobada, hay que cumplirla. Hacer que se cumpla, debería de ser tan sencillo como leerla y ejecutar la sentencia que esta dictamine. El juez de turno, tras estudiar y cotejar que se ha cometido una infracción, debería aplicar la sanción que esté tipificada para dicha infracción.  Así de simple.

Pero, entonces… ¿dónde está el problema para que la ley sea justa?, me dirá usted. El problema reside en que las sanciones a cumplir por saltarse la ley a la torera, son impuestas por jueces humanos. Como ya he dicho anteriormente, la justicia es una virtud humana, y como todo lo humano, es susceptible de ser sugestionada por todo tipo de agentes externos, provocando que pierda eficacia… y termine siendo injusta.

Los jueces, cuya primera dedicación es velar por que se cumpla la ley, deberían limitarse a aplicar dicha ley, e imponer la sanción sin ningún tipo de miramiento. Sin embargo, se ven sometidos a todo tipo de sobornos, amenazas y extorsiones varias, que merman su capacidad de impartir justicia hasta prácticamente hacerla desaparecer.

No les echo la culpa a los jueces. Al menos no toda la culpa. Ellos bastante tienen con capear el temporal, cada vez que a algún todopoderoso se le antoja pasarse la ley por el forro. Son humanos, y como todos, tienen sus temores, le tienen apego a la vida y tienen familias por las que velar. Supongo que cualquiera en su situación, cedería ante el poder de las amenazas, porque, como se suele decir, el cementerio está lleno de valientes.


¿La solución? No sé si la habrá, pero con los avances tecnológicos de los que disponemos, se podría contemplar la posibilidad de aplicar dicha tecnología a la justicia, crear un programa informático que sea el encargado de aplicar la justicia. Un programa informático no sería susceptible de sobornos ni amenazas, pero… seguramente se las ingeniarían para que “fallara” en su favor




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